El polisón y la Revolución industrial.

41El polisón se desplaza a la velocidad de inventos como la locomotora, convirtiéndose en la silueta de la Revolución industrial.

Waiting for the Train 1871-73, James J. J. Tissot.
1871-73, James J. J. Tissot.
1881, James J. J. Tissot.
1881, James J. J. Tissot.
1874, vestido con tinte de anilina malva creado por W. Henry Perkin en 1856.
1874, vestido con tinte de anilina malva creado por W. Henry Perkin en 1856.

Los cambios tecnológicos y mecánicos influyeron en la moda de manera decisiva. Nuevas fuentes de energía como la máquina de vapor y la potente industria metalúrgica, junto a un sin fin de descubrimientos científicos, permitieron la creación de máquinas y herramientas que facilitaron el trabajo, mejorando la calidad, imprimiendo velocidad y abaratando costes de producción. Para la industria textil se inventó la hiladora, la tejedora, la máquina de tricotar, la de coser; se crearon nuevas técnicas de estampación y se introdujeron nuevos productos para la tinción, como la anilina, que puso de moda los colores brillantes e intensos, conseguidos con este compuesto. Hechos como estos provocaron que la riqueza del vestido y del hogar se centrara en lo textil, tanto como elemento ornamental como por la calidad y tratamiento del propio tejido.

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Los talleres prosperaron y las fábricas multiplicaron su manufactura dando lugar a una nueva concepción del mercado donde primaba la producción. El asentamiento definitivo del sistema capitalista significó un cambio socioeconómico que afectó a la forma de concebir y vivir la vida y a la concepción social de la moda. El uso de maquinaria permitió la fabricación en serie de muebles, como se hizo con el mueble tapizado. La producción masiva necesitaba consumidores, la industria genera nuevas necesidades y costumbres en el consumidor: desde un bureau para misivas, él sillón de lectura o el personal de los anfitriones de la casa, la cada vez más sofisticada toilette, la biblioteca, el comedor, el rincón del té y el entorno de la chimenea, o quizás del brasero. Todos estos espacios poseían un mobiliario específico indicado en los manuales de protocolo y buenas costumbres.

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0_1ec459_debf7359_XXXLAsí como se hacían muebles para cada necesidad, se confeccionaban trajes para cada ocasión. La propia etiqueta invita también al consumo, creando como prerrogativa de mujer elegante cambiarse de traje varias veces al día, según la ocasión lo requiriese y tal como dictase el protocolo. Desde mediados del siglo XIX se estila el uso del traje de calle, que también servía para hacer visitas, y para ir de tiendas, costumbre social novedosa que se pone de moda cuando las ciudades se llenan de almacenes de muebles y ropa confeccionada, bazares, casas de modas, galerías comerciales, desde donde se hacía llegar la numerosa oferta a los consumidores.

James J. J. Tissot, 1883.
James J. J. Tissot, 1883.
Jean Beraud, Paris, rue du Havre, 1882.
Jean Beraud, Paris, rue du Havre, 1882.
James J. J. Tissot,
James J. J. Tissot, 1876.

Otras muchas actividades sociales necesitaron de vestuario adecuado y decoraciones elocuentes. Desde las tertulias celebradas en la privacidad de las casas a las reuniones en salones literarios, liceos, museos, clubes, sociedades artísticas y demás lugares de encuentro. Para estos espacios se diseñaron nuevos muebles, como fue el caso del citado sofá chesterfield y la otomana de formato circular y octogonal, heredera del asiento tapizado de origen turco que llegó a Europa a finales del siglo XVIII. El ocio también invadió el armario con creaciones oportunas. Se diseñan vestuario, accesorios y mobiliario para estos menesteres: deportes como equitación, golf o tenis, días campestres de picnic y otras actividades lúdicas como el veraneo en ciudades costeras que, junto a los balnearios, se habían puesto de moda gracias a medios de transporte como el ferrocarril.

James J. J. Tissot, 1885.
James J. J. Tissot, 1885.
James J. J. Tissot, 1873
James J. J. Tissot, 1873

Fue en este siglo cuando se comenzó a utilizar el traje marinero y las rayas marineras, de moda a partir de 1846 por un retrato del infante Eduardo de Inglaterra (VII)[1], vistiendo a niños, hombres y mujeres durante la segunda mitad del siglo XIX.

1872.
1872. Traje marinero inglés. Algodón adornado con lino color índigo y filas de galón de seda.

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También el ferrocarril, así como el barco de vapor, alteraron y aceleraron el consumo. Estos medios de transporte mejoraron las comunicaciones internacionales, transportando grandes mercancías y esperadas novedades para abastecer a los consumidores. Desde cualquier lugar del mundo llegaba género textil, materia prima para la fabricación de muebles, prendas de vestir, mobiliario, adornos y todo tipo de artículo susceptible de ser decorativo o servir como complemento. Desde las capitales de la moda llegaban revistas femeninas, de moda y decoración, mostrando dibujos y dando consejos; circulaban láminas coloreadas publicitarias con modelos y precios, las primeras fotografías y los primeros patrones por tallas para la confección de prendas, incluso comienza a extenderse el chisme a través del genial invento del teléfono, acelerando los cambios en el diario de moda y por lo tanto, en la forma de consumo.

Paris“Las galeras aceleradas iban trayendo a Madrid cada día con más presteza las novedades parisienses… empezó a traer batistas finísimas de Inglaterra, holandas y escocias, irlandas y madapolanes, nansouk y cretonas de Alsacia. Complemento de este negocio en blanco, fueron la damasquería gruesa, los cutíes para colchones y la mantelería de Courtray. Las puntillas y encajería mecánica vinieron más tarde, que una fábrica de Suiza trabajaba sólo para él.” (Fortunata y Jacinta, B. Pérez Galdós, Cap. 2 de la 1ª parte. Sucede entre 1869 y 1874.)

Otro efecto de la industrialización fue una democratización de la moda. La producción en serie y la comercialización a gran escala provocaron el abaratamiento del género y la necesidad de consumidores. Vestir el cuerpo y adornar la casa estaba al alcance de muchos, y aunque el motivo principal de esta democratización fue una cuestión económica, el motor industrial, favoreció a clases menos pudientes, que comenzaron a consumir moda.

1888.
1888. Traje de calle.
Traje sastre
1885, Traje sastre.

Por otro lado la industrialización supuso la incorporación masiva de la mujer al mundo laboral, lo que generó nuevos hábitos que llevaron a la confección de prendas más sueltas y cómodas, como el traje sastre, compuesto de chaqueta y falda y con corte de influencia masculina. Por él optaron muchas mujeres, entre otras, militantes de movimientos sufragistas y feministas que, bajo prerrogativas de salud, higiene, utilitarismo y comodidad, abogaron también por la supresión del corsé. A estos movimientos reformistas estuvo ligada la corriente artística prerrafaelista, cuyas mujeres bohemias vestían liberadas de estructuras, con traje holgado inspirado en el arte y bajo una relectura historicista que impregnaba también la decoración de sus hogares. Un suceso curioso fue la recuperación del bloomer de mediados del siglo XIX, falda pantalón que mantuvo su aspecto oriental pero ahora con polisón. Su rescate durante el periodo tapicero fue consecuencia de los nuevos vehículos que había para desplazarse por la ciudad, como fueron el velocípedo y posteriormente la bicicleta.

Illustration from The Book of Days, W. R. Chambers, c. 1870.
Illustration from The Book of Days, W. R. Chambers, c. 1870.
1885, James J. J. Tissot.
1885, James J. J. Tissot.

Por su parte, las clases más acomodadas se estaban enriqueciendo gracias a la industrialización. Había dinero y tiempo para gastar en ceremonias, bailes, recepciones, carreras, teatro, lírica. Eran los momentos más glamurosos del vestuario femenino, requerían de una excelencia decorativa y se ajustaban a la etiqueta. Su sello distintivo era el escote y se derrochaba tejido en su confección y adorno. Era una vida pública sujeta a un estricto protocolo que marcaba los roles familiares y de género y afectaba al comportamiento, a la etiqueta en el vestir y a la decoración de interiores. Para la clase poderosa nació la alta costura, de la mano de Charles F. Worth, para vestir con propiedad en todas las ocasiones, incluso en casa, que se abría a la visita y al huésped.

Jean Beraud, 1878.
Jean Beraud, 1878.

Para una mujer, la apariencia de su persona y del hogar era su carta de presentación.  La potestad de la mujer atañe a ese espacio íntimo, que ha de transformar en escaparate familiar ante la sociedad.

1888. Mode artistique.
1888. La Mode artistique.

[1] Johnston, L., La moda del siglo XIX en detalle. Barcelona, Gustavo Gili, 2006, p. 28.


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