Chapín. La altura de un prestigio.

Italia, siglo XVI. Madera y terciopelo. Bata Shoe Museum.
Italia, siglo XVI. Madera y terciopelo. Bata Shoe Museum.

Volverte à tu dueño trato,
pues solo veniste à fin
de que hiciesse mi recáto
la suela de su chapín
la caxa de mi retráto.
El Conde Lucanór, Jorn. 1.

Cuando me enteré que habían escrito una versión en lenguaje actual de El Quijote, lo primero que me pregunté fue que términos se habrían utilizado en el tema de la indumentaria, ¿cómo llamarían al chapín? porque llamarle plataforma desvirtuaba su realidad. Qué compleja y arriesgada la labor de Andrés Trapiello. Por fin he podido ojearlo, y es interesante, es facilitador en la comprensión de la lectura, y por supuesto, la voz chapín se mantiene. Comprobé que el diccionario de la RAE atesora esta voz, con una breve definición no muy elocuente pero suficiente para que perviva en nuestra lengua la memoria histórica.

Del chapín se pueden contar muchas cosas y muy divertidas, y hoy por suerte se encuentra información en la red. Aconsejo la lectura de Opus Incertum hispanicus, que detalla origen y factura del chapín. Yo hago aquí mi aportación.

Santa Elena buscando la Cruz, Pedro Berruguete, 1470.
Santa Elena buscando la Cruz (det.), Pedro Berruguete, 1470, Museo de Santa Eulalia.
La decapitación de San Juan Bautista (det.), Maestro Miraflores, 1490-1500, Museo del Prado.
Decapitación de San Juan Bautista (det.), Maestro Miraflores, 1490-1500, Museo del Prado.

Durante la Edad Media sobre el zapato que abrigaba el pie (flexible y sin suela) se colocaba otro tipo de calzado de material resistente (hueso, madera, corcho) para proteger el calzado de piel al salir a la calle; era el caso de los alcorques, chinelas, escarpines, galochas, zuecos o chapines.

Afirma la historia que aquí en la península se inventó el chapín, calzado exclusivamente femenino. Quizás se tomó de la mujer hispanoárabe que, tal como cuenta la autora de Opus Incertum, “usaba un tipo de calzado con suela de corcho que le ayudaba a aislar los pies de la humedad de los baños públicos y de la suciedad de las calles fangosas”. Bien es cierto que desde las culturas antiguas se ha utilizado este tipo de calzado (el coturno griego de los actores para salir a escena, del egipto faraónico he visto uno, en el lejano oriente Japón y China, las drusas de oriente medio,…); pero concrétamente, este chapín español, lo adopta la dama cristiana en la península en el siglo XV, y estará de moda especialmente en España e Italia hasta el siglo XVII.

El Diccionario de Autoridades (1729) define chapín como “calzado propio de mujeres sobrepuesto al zapato, para levantar el cuerpo del suelo: y por esto el asiento es de corcho, de cuatro dedos, o más de alto, en que se asegura al pié con unas correas o cordones”.

manuscrito titulado Das Trachtenbuch des Christoph Weiditz nach Spanien 1529.
Manuscrito Das Trachtenbuch des Christoph Weiditz nach Spanien 1529.

manuscrito-titulado-das-trachtenbuch-des-christoph-weiditz-nach-spanien-1529-und-den-niederlanden-1531

Su función era evitar que las ropas arrastrasen por las calles, un calzado de exterior. La plataforma de corcho (el material más caro, el que menos pesaba), hueso o madera, que solía medir unos 10 cm de altura, comienza a forrarse con tela, adornarse con piedras preciosas, hilos de oro y plata, y se acaba convirtiendo en signo de distinción.

Hay una referencia en el capítulo V de El Quijote (1605/15) en el que Sancho habla con su mujer Teresa y sueña con casar a su hija Mari Sancha con un gran señor, a lo que su esposa responde: “Eso no, Sancho, casadla con su igual, que es lo más acertado; que si de zuecos la sacáis a chapines, y de saya parda a saboyanas de seda, y de un marica y un tu a una doña tal y señoría, no se ha de hallar la muchacha, y a cada paso ha de caer en mil faltas, descubriendo la hilaza de su tela basta y grosera”.

La expresión poner o ponerse en chapines significaba antiguamente “elevar a uno a grado superior y a puesto y dignidad decorosa, sin concurrir en él los méritos que le corresponden para ello”; también “poner en estado a una mujer, casándola, y dándola diferente nombre, o empleo de mera doncella: y así en lo antiguo equivalía esta locución a lo mismo que casarse” (Dicc. de Autoridades). El Tesoro de Covarrubias (1611) recoge que “en muchas partes no se pone chapines a una mujer hasta el día que se casa, y todas las doncellas andan en zapatillas”.

Christopher Weiditz,
Dibujo de Christopher Weiditz, 1529.
Dama noble italiana y prostituta italiana
Dama noble italiana
Prostituta italiana
Prostituta italiana

Se extendió su uso por Europa, y además de las damas de corte lo usaron las burguesas. Quedaban excluidas las clases populares. Ya entre las mujeres florentinas de finales del quattrocento se había puesto de moda, a las damas venecianas de la época de Veronés y Tinttoretto les volvían locas los chapines, el problema para ellas es que también le gustaban a las prostitutas, que hicieron de él su uniforme.

El caso es que el chapín medieval adquirirá otro uso y connotaciones durante el Renacimiento y el Barroco. Comenzó a usarse en la calle y en el interior de las casas con una nueva finalidad: posibilitar mayor longitud a los vestidos, quedando el chapín oculto bajo la falda. Mostrar más metros de tela era sinónimo de mayor riqueza.

Pietro Bertelli Courtisane Venise_Diversarum Nationum Habitus 1589 London British Library
Pietro Bertelli, Courtisane Venise Diversarum Nationum Habitus, 1589. London British Library

Lo más llamativo sin duda, es que alcanzaron grandes alturas, sobre todo en Venecia, donde crecieron hasta los 50 cm de altura. En España era habitual de palmo o palmo y medio. Covarrubias dice que los chapines llevaban suelas de “tres o cuatro corchos, y algunas hay que llevan trece por docena, y más la ventaja que levanta el carcañal, cuando se apean quedan como aquella de quien hace mención Juvenal, Sátira 6 (…pygmea)”. El moralista Fray Hernando de Talavera en su Tratado sobre la demasía en el vestir, calzar y comer (1477), eleva a pecado mortal el uso de los chapines, ya que se comete el “pecado de soberbia y de mentira”, porque a las mujeres “Dios las ha hecho de menor tamaño” que los hombres.

Chapin de finales del siglo XV, venecianos, madera y piel, 50 cm de altura, Museo Correr de Venecia.
Chapin  del siglo XVI, venecianos, madera y piel, 50 cm de altura, Museo Correr de Venecia.
Vestido de mujer casada veneciana con su instructor de baile, hacia 1600, por Giacomo Franco
Vestido de mujer casada veneciana con su instructor de baile, hacia 1600, por Giacomo Franco.

“Cuentan una patraña, que por evitar que las mujeres anduvieran mucho, les persuadieron de usar chapines, con que parecerían grandes y dispuestas, tanto como los hombres, e hiciéronselos de madera y muy pesados. Ellas aprovecháronse de la invención, pero hiciéronlos huecos; y al cabo dieron en hacerlos de corcho, con que aliviaron la pesadumbre y no perdieron por ello el andar o mismo que antes la gallardía y señorío; y añadiendo a esto copetes (peinados altos), sobrepasaron la estatura del hombre”. Esto cuenta Covarrubias.

Siglo XV.
Siglo XV.
Italia, siglo XVI, Bata Shoe Museum.
Italia, siglo XVI, Bata Shoe Museum.
1590-1610, Museum of Fine Arts, Boston.
1590-1610, Museum of Fine Arts, Boston.
Chapín veneciano, siglo XVI.
Chapín veneciano, siglo XVI, Bata Shoe Museum.
1550-1650, Met Museum.
1550-1650, Met Museum.

Francisco López de Gómara relata en su Historia General de las Indias (1538): “no son menores las indias que las mujeres de acá, sino que como no traen chapines de a palmo ni de palmo y medio, …, ni aun zapatos, parecen chicas…”. 

Y así se refiere a sus alturas en El Quijote en el capítulo I del segundo tomo, cuando dice “…una de las condiciones que ponen los curiosos para hacer a una dama hermosa es la buena disposición del cuerpo; aunque es verdad que esta falta muchas damas la remedian con un palmo de chapín valenciano; pero, quitado éste, que no en todas partes ni a todas horas se puede traer, parecen las damas, quedando en zapatillas, algo feas, porque las basquiñas y ropas de sedas y brocados, que están cortadas a la medida de la disposición que tienen sobre los chapines, les vienen largas de tal modo, que arrastran dos palmos por el suelo …”.

En su viaje por España (1679), a la escritora francesa Madame D’Aulnoy le llamaron la atención los chapines, que describe como una especie de sandalias dentro de las cuales se mete el zapato, hechas de brocado y provistas de una plantilla de oro que las levanta “extraordinariamente del suelo”.

Shakespeare lo utiliza en un diálogo de Hamlet (ap. 1600), en el que el propio Hamlet concluye una frase diciendo: “desde la última vez que os vi, vuestra merced se ha acercado al cielo en la altura de un chapín”. Una altura que es metáfora de poder, de la ambición que tuvo su madre por reinar.

Y es que el chapín se asentó como distintivo de riqueza y poder. Incluso existió una expresión, o más bien un impuesto, conocido por chapín de la reina “¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca?” (El Quijote). Al pueblo se le cobraba un impuesto extraordinario destinado a los gastos de la celebración de matrimonios reales, que no eran pocos. Remontaba al reino de Aragón en el siglo XIV. Se conoció como chapines de las infantas, hasta que se cobró sólo por las bodas del rey, entonces pasó a llamarse chapín de la reina. Una de las últimas veces que los castellanos lo pagaron fue para el casamiento de Felipe V con Isabel de Farnesio (1714) («El curioso impuesto del chapín de la reina«, A. Peris Barrio).

El uso del chapín se acabó legislando a través de pragmáticas, hasta determinar ser obligado calzado para las damas de la corte española en los siglos XVI y XVII. Madame D’Aulnoy relata que “es preciso que todas las señoras lleven chapines cuando están delante de la Reina. Si se presentasen ante la Reina sin chapines, ésta lo encontraría muy mal”. En 1636 Alonso Carranza escribe Discurso contra los malos trajes y adornos lascivos, dirigido a Felipe IV, discutiendo las modas introducidas en la Corte. Considera los chapines costosos y superfluos, y opinaba que las mujeres “han quedado inhabilitadas de poder acudir a las ocupaciones caseras dadas a toda suerte de mujeres. Porque el impedimento del nuevo traje,…, con tanta ropa y anchuras, y más en chapines propios para muñecas, es una gran hacienda y de suma pena”. Sin embargo los defiende cuando en la corte aparecieron unos zapatos “como dedales en los pies en vez de los chapines de asiento ancho y seguro que siempre han corrido”. Madame D’Aulnoy sin embargo dice que con los chapines las mujeres «andan mal y con riesgo de caerse, por eso no es posible andar sin apoyarse en otra persona». También cuenta que en casa no llevan las señoras miriñaque ni chapines.

La altura de un chapín, 1590, Paolo Fiaminngo.
La altura de un chapín, 1590, Paolo Fiaminngo.
La altura de un chapín, 1665-1670, Marquesa de Santa Cruz, por Juan Carreño de Miranda.
Presupongo bajo la falda la altura de un chapín por cuestión de proporciones, 1665-1670, Marquesa de Santa Cruz, por Juan Carreño de Miranda.

En ese Siglo de Oro español que conoció esta viajera francesa, un siglo de pronosticada decadencia política, no podía faltar la sátira:

Francisco de Quevedo en El mundo por de dentro (1612):Si la besas te embarras los labios; si la abrazas, aprietas tablillas y abollas cartones; si la acuestas contigo, la mitad dejas debajo de la cama en los chapines….”.

Lope de Vega en El perro del hortelano (1618): “No la imagines vestida/ con tan linda proporción/ de cintura, en el balcón/ de unos chapines subida./ Toda es vana arquitectura;/ porque dijo un sabio un día/ que a los sastres se debía/ la mitad de la hermosura.”

De nuevo Lope en La prudente venganza (1624): “Casose un hidalgo, amigo mío, de buen gusto, y la noche primera que se debía celebrar el himeneo, vio a su mujer apearse de tan altos chapines y quedar tan baja, que le pareció que le habían engañado en la mitad del precio justo”.

Cleopatra, 1550, Paris Paschalinus Bordone
Cleopatra, 1550, Paris Paschalinus Bordone.

Epílogo:

En el siglo XVIII el chapín cae en desuso. Las mujeres se han subido al tacón masculino y se han olvidado de ellos. En 1729 el Diccionario de Autoridades dice de él, “En lo antiguo era traje ordinario, y adorno mujeril, para dar más altura al cuerpo, y más gala y aire al vestido. Hoy solo tiene uso en los inviernos, para que levantados los pies del suelo, aseguren los vestidos de la inmundicia de los lodos, y las plantas de la humedad”.

Desaparecen sin dejar huella, hasta que a partir de los años 30 del siglo XX se conquistan de nuevo las alturas con herederos del chapín a manos de zapateros como Ferragamo, con un diseño parecido pero con un concepto completamente distinto.

Tesoro de Covarrubias (1611) . Fondos digitales Universidad de Sevilla.
Tesoro de Covarrubias (1611) . Fondos digitales Universidad de Sevilla.

 


Algunas referencias en la red:

aands.org

Opus incertum hispanicus

Vestuario Escénico

 

 

 

3 comentarios

  1. Que fantástico artículo. Cuanta información social se desgrana de las tendencias en indumentaria combinadas con textos contemporáneos. Uno hasta puede oler el lodo de las calles y los tratos acartonados hacia las mujeres.

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