Diagnóstico de un guardainfante.

«No podía cosa tan vil tener más alto principio, ni más infame nombre para ser denotada, convidando juntamente a libertad y sensual lascivia».

La familia de Felipe IV (Las meninas), Diego Velázquez, 1656. Detalle.

“..no hay cosa más ajena del cuerpo humano (ordinariamente grácil y delicado) de las mujeres que el grueso y aparente bulto que ahora acompaña sus caderas». «El Demonio no ha podido inventar traje más atado y penoso». Es «COSTOSO Y SUPERFLUO. FEO Y DESPROPORCIONADO. LASCIVO, DESHONESTO Y OCASIONADO A PECAR. IMPEDITIVO EN GRAN PARTE A LAS OBLIGACIONES Y ACCIONES DOMÉSTICAS. PERJUDICIAL A LA SALUD Y A LA GENERACIÓN HUMANA, A LA CONCIENCIA Y A LA CAUSA PÚBLICA”. Suscribe Don Alonzo de Carranza en 1636 en su Discurso contra los malos trajes y adornos lascivos.

Se refiere al guardainfante, “tan aumentado con nuevos y extraordinarios instrumentos de enaguas almidonadas, polleras, guardainfantes de fuertes y doblados arcos (hasta de hierro, o alambre de gruesos hilos), verdugados con verdugos. A esta anchura exterior descompasada acompañan gran diversidad de cosas a que se les ha dado nombre de faldas o bajos, es necesario, según el nuevo uso, que sean de grande estimación y suma costa en faldellines de telas ricas de oro y otras telas de seda, en chapines resplandecientes, medias, ligas, zapatos, zapatillas y rosas muy pomposas”.

“A este traje ancho y pomposo concurren a un tiempo de que usan las primeras de nuestras españolas, y a su imitación gran parte de las de inferior suerte o esfera”. Es una moda exclusivamente española que se estila en la década de los 40, 50 y 60 del siglo XVII.  La pintura de Velázquez Las Meninas es el emblema reconocible de esta moda, de una época y un lugar, en suma, de un momento histórico, y se resume en un detalle: el traje de la infanta Margarita y sus acompañantes las meninas. Una imagen icónica del arte y la historia.

Una estética que responde al espíritu barroco de teatralizar de la existencia, como si el mundo fuera un gran escenario y ellos, nosotros, los actores. Abraza el canon entallado y rígido de los Austrias, que tenía en el cuerpo y su inexpresión su fiel aliado. Como escribió Montaigne, “un cuerpo bien español”, aquel que reducía al mínimo el lenguaje corporal, mantenía una pose hierática, cabeza erguida, busto rígido, con movimientos graves, sosegados y altivos. La corte española caminó ajena a la moda francesa que se vestía en el resto de Europa. Había dejado de ser definitivamente adalid de la moda.

La infanta Margarita Teresa, Juan Bautista Martínez del Mazo, 1660. Detalle.

En la moda del guardainfante, el tontillo o verdugado de la falda se fue ensanchando hacia las caderas. Sobre la estructura del guardainfante se vestían varias faldas, eran, de dentro a fuera: pollera, secreta, modesta y la basquiña exterior. El torso vestía camisa (ropa interior larga), corsé, a veces otra prenda intermedia, y el sayo vaquero como prenda exterior, que se prolongaba en un faldón sobre el guardainfante. El escote era apaisado, a veces cubierto con modestina.

El peinado más usual era el que reproducía el volumen de la falda, peinado guardainfante. Algunos adornos y tocados como el chaperón o la gibelina con pluma, adornaban la cabeza.

Reina consorte Mariana de Austria, Diego Velázquez, 1652.

Como en tantas otras modas y usos vestuarios, cuando aún se aplicaban leyes suntuarias, se decretaron prohibiciones, como la que transcribe en su blog Bárbara Rosillo, de uso «de guardainfantes y de otro tal trage, y de jubones escotados de todas las mujeres menos a las públicas». 1639 en Madrid.

También se genera una relajada literatura en torno a la moda cortesana española. Tiene el mismo trasfondo que la producción de escritos de tipo panfletario satírico: la denuncia de la corrupción de la clase dirigente, del dispendio irracional de una clase no productiva, inmóvil, encarcelada en un traje, oprimiendo a la clase trabajadora.

Pero me detengo en otro tipo de escritos: los de corte moralista. Sirva de ejemplo el documento que el jurisconsulto Alonso de Carranza dirige al rey Felipe IV. Hace un personalísimo diagnóstico del guardainfante que fundamenta en la Biblia, en Hipócrates y Galeno, en los santos padres, en los doctores de la iglesia, los romanos y otros tantos. Entresaco algunas de sus afirmaciones sobre una prenda, según él, inventada por el demonio, cuyas “afectaciones” en la mujer que la usa son:

IMPEDITIVO

  • “Inhabilitadas de poder acudir a las ocupaciones caseras dadas a toda suerte de mujeres”. Obligadas y convidadas a la desidia.
  • “Imposibilitadas de entrar por puertas ordinarias, …solamente pueden entrar en las salas y aposentos principales, de grandes puertas y postigos, y viven despedidas de ver y visitar los retretes y aposentos menores que habitan las criadas (gente licenciosa), sabidoras que en ellos no han de ser jamás vistas de sus amas”.
Francisca de Velasco, marquesa de Santa Cruz, Juan Carreño de Miranda, 1665-1670.

SALUD

“Se oponen estos trajes en dos maneras: una, impidiendo el conceto; otra, causando su aborto y perdición”.

“Lo primero se verifica con lo que dejamos dicho cerca de las indigestiones y obstrucciones y, consecutiva y necesariamente, la esterilidad”.

“También la pompa y anchura deste nuevo traje es llano que admite mucho aire y frialdad que envía al útero, donde se fragua el cuerpo humano. Y aforismo es de Hipócrates (y, consiguientemente, difinición o regla infalible en Filosofía y Medi- cina) que el útero de la mujer frío, y con esto condenso y estipado, es totalmente inepto para la generación”.

“Y si en favor del nuevo uso airoso y pomposo alguno dijere que con la mucha ropa, y en particular con calzones, no solamente se repara este daño, sino que también las mujeres andan aun más abrigadas que antes, se le replica fácilmente que ahí también está el daño e impedimento de la generación; porque con esto reciben demasiado calor (el que bien muestran las ordinarias fluxiones uterinas calientes, de que hacemos testigos a los médicos) que produce sequedad y adustión en el útero: causa también de la esterilidad, como enseña el mismo Hipócrates”.

“Lo segundo, de los abortos que necesariamente provienen deste traje, es claro e innegable que el aborto sucederá con más causa en las que cargan de la mucha ropa de gran peso y volumen que requiere este nuevo y descomunal uso”.

INDECOROSO Y DESHONESTO

“Con estas pompas en forma de campana andas las mujeres con nueva y nunca usada libertad, y con tal olvido o desprecio de la decencia y recato que pide su estado, y tan engreídas y alentadas.”

“Las españolas siempre habían afectado las ropas y sayas muy largas, besando la tierra con la superficie dellas sin descubrir los pies ni parte alguna dellos, como ahora lo hacen con este nuevo uso indigno de toda modestia cristiana, poniendo ya gran parte de la gala y adorno lascivo en medias, ligas, zapatos y sus rosas”.

“Acordó el Demonio de introducir ahora en España una novísima disolución y animoso desenfado, dando muestra desembarazada y sin velo alguno de su garganta y parte de los pechos: insolente licencia, opuesta de manifiesto y sin rebozo a la debida honestidad y recato cristiano”.

“Porque lo ancho y pomposo del traje, que comienza con gran desproporción desde la cintura, les presta comodidad para andar embarazadas nueve y diez meses sin que desto puedan ser notadas. Principalmente las que usan guardainfantes; que de aquí dicen tomó el nombre esta diabólica invención que junto con ella nos vino de Francia, …Hecho preñada fuera de matrimonio una doncella de gran porte y suerte, dio principio a este traje para encubrir su miseria, y que con esto se le dio el nombre de guard-enfant”.

Las gracias mohosas, Centro Andaluz de Teatro.

“¿Qué es el guardainfante? / Un enredo / para ajustar gordas / un molde de engordar cuerpos…/ es un encubre-preñadas, / estorbo de los aprietos / arillo de las barrigas / disfraz de los ornamentos / y es, en fin, el guardainfante / un enjugador perpetuo / que está secando la ropa / sobre el natural brasero.” Luis Vélez de Guevara en el El diablo cojuelo.


Retrato de Frtiza Riedler, Gustav Klimt, 1906.

 

 

 

 

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